domingo, 25 de julio de 2010

Sobre la escultura de la Venta de Cantarranas

Hace un par de años que, por estas fechas más o menos, fue inaugurada en el paraje conocido como Venta de Cantarranas, el denominado Hito por la Memoria, un conjunto escultórico obra de Amancio González. En el mismo se representa la figura de un “paseado” del bando republicano de la Guerra Civil, maniatado y con la cabeza fundida con la tapia en la que perderá la vida, coronada por tres calaveras con la frente agujereada por un balazo.

Por descontado que desde un profundo y sincero respecto hacia la manera de ver las cosas de cada cual y también hacia los sufrimientos y sentimientos ajenos, he de decir que me parece una idea afortunada plasmada en una iconografía desafortunada.
La celebración de la muerteSegún he leído, el autor de la escultura habla de distintas motivaciones a la hora de afrontar su tarea; una de ellas está tomada de un poema de Gamoneda y habla de “la imposibilidad de celebrar la muerte”. Dice que “El hecho de que no haya un lugar para despedir a las personas queridas, donde reposen sus huesos, genera un vacío interior que es muy difícil de llenar”.Ha de llover.
Ha de llover hasta que se levanten los maíces sagrados y sea posible la celebración de la muerte.
Ha de llover.
¿Por qué no ha de llover en la luz
y en la memoria ensangrentada?”.

En realidad, creo que el poema de Gamoneda no hace alusión a la inexistencia de un lugar físico de duelo, sino más bien a la pervivencia en nuestros días de un supuesto ambiente social opresivo y de desprecio hacia el bando de los vencidos en la Guerra Civil que sería continuación de aquel que impuso el franquismo durante sus largos años en el poder.
Pues bien, lo del lugar de duelo me parece muy bien, al igual que me parece justo que todos aquellos familiares que deseen localizar, exhumar y dar digna sepultura en un cementerio a los restos de sus familiares, no sólo puedan hacerlo con normalidad, sino que cuenten con todo el apoyo –tanto legal como económico- por parte de las administraciones públicas.
En cuanto al tema de la imposibilidad de la “celebración de la muerte” por la existencia de un ambiente socialmente opresivo al respecto, sólo diré que en un pueblo como tantos otros de la provincia de León, babiano por más señas, cayeron varias personas asesinadas por el mero hecho de haber sido considerados en exceso librepensadores y casi seguro por haber sido señalados por el dedo acusador de algún desalmado. En el pueblo, todo el mundo habla, con naturalidad y respeto, creo yo, acerca de aquellos que perdieron la vida en tan desgraciadas circunstancias… y todo el mundo habla, creo yo, con naturalidad y desprecio del desalmado. En el entierro de este último, un familiar hubo de rogarles a algunos hombres, de entre los pocos que se dignaron a acudir al sepelio, que ayudaran a transportar el féretro con los restos del finado desde la iglesia al cementerio. Desde luego que en mi vida hoy hablar de un juicio social tan severo y a la vez tan pacífico…
La iconografía
Dice también el escultor que “Pensaba hacer una escultura más amable con el paisaje, pero luego, después de enterarme un poco del drama que se vivió en aquellos días, quise realizar una pieza más reivindicativa, que representara quizá más la memoria que el olvido”.
Creo que aquí es dónde se equivoca el escultor y que de ahí nace la iconografía, en exceso agresiva y acusadora. A mi juicio que del cincel de este magnífico artista podría haber salido una obra que buscara simplemente recordar, ensalzar y homenajear más que reprochar. Hace poco oí a mi padre hablar acerca de la muerte de unos cuantos sacerdotes naturales de su pueblo. Hombre profundamente creyente, se lamentaba del hecho de que los complejos pasados y presentes (por ejemplo, la resistencia de la Iglesia a iniciar los procesos de beatificación de los citados sacerdotes) evitaran que al menos una sencilla placa recordara en el pueblo el martirio de sus convecinos; para ellos, en un pueblo en el que el alcalde impidió la entrada de falangistas para “sacar” algún vecino, sólo reclama un listado de sus nombres acompañado de un epitafio que reze “murieron por su fe”. Para mí que eso es memoria y lo demás memoria y rencor...
Imagínense por un momento que el padre de una niña violada y asesinada erigiera en el lugar del crimen, a modo de lugar para la “celebración de la muerte”, una escultura que representara a su hija en las desgraciadas circunstancias de su muerte…
No lo veo…
La iconografía de la escultura no me gusta pero... no nos equivoquemos; desde el punto de vista plástico, me parece tan digna de admiración como "La Vieja Negrilla",del mismo autor, que adorna plaza más céntrica de la capital leonesa. Por lo demás, no me gusta la idea que subyace, pero la expresividad de la misma está fuera de toda duda.
Last but not least, he de decir que la actitud de los que tuvieron a bien entretenerse en su día en pintarrajear la escultura de la cual hablamos y dejarla en el lamentable estado que se puede apreciar en la fotografía no tiene nada que ver con la opinión aquí expuesta, que pretende ser, como dije al principio, una reflexión respetuosa -y sosegada, añado ahora-. Los autores de tal tropelía bastante tienen con lo suyo. Decía mi madre que la envidia es el único pecado que se paga en vida; para mí que sobrevivir en una sociedad democrática cuando se tienen por buenas ciertas actitudes no debe ser plato de buen gusto...

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