sábado, 10 de julio de 2010

Al que Dios no le da hijos...

Seguramente a la misma hora en que yo me dirigía hacia el pequeño pueblo de Mena de Babia con mis dos sobrinos, mis cuñados, o sea, sus progenitores, se encontraban en algún rincón del leonés barrio del Húmedo disfrutando de una caña sentados en alguna sombreada terraza.
Apenas después de una breve siesta, los dos infantes habían manifestado, de forma inapelable, su deseo de ir a darse un baño a la piscina natural de Mena. Conocedor del paño, negocié con ellos la posibilidad de bañarnos en la piscina de un vecino de La Majúa. Tras convencerlos, me dirigí ufano en su compañía a la citada piscina, dándose la infeliz circunstancia de que su dueño aún no había tenido tiempo de prepararla convenientemente.
Así pues, aquí me tenéis plantado en Mena, bañándome en el agua más fría que te puedas imaginar, agua que fluye sin apenas retención desde las montañas cercanas. Para mí que estos niños deben venir con neopreno de serie porque, cuando un servidor, tras breve zambullida, tenía por piernas dos palos de cerezo, ellos chapoteaban tan ufanos, ajenos a estas pequeñeces termométricas que a los adultos tanto nos preocupan.
Así que, si esto son vacaciones, que venga Dios y lo vea…

La verdad es que, bromas aparte y dejando de lado los rigores térmicos del idílico retén de agua, son estos los ratos los que, en momentos duros de la vida, te ayudan a mirar las cosas desde un ángulo algo menos deprimente.
Ojalá que en algún momento de este verano pueda compartir con mi sobrina y ahijada mayor algún rato de indolencia en alguno de los parajes que rodean La Majúa; si esto ocurre, le hablaré de su padre y de la infinita bondad que atesoraba bajo el verbo festivo y la retranca (como dice mi hermana mayor, capaz de resumir una personalidad en la frialdad de una dirección de correo electrónico, elgranpablete@gmail.com), de la rectitud de sus principios y, sobre todo, de su firmeza en trasladarlos a la vida diaria. También le hablaré de su valentía ante la adversidad y de su generosidad para con los demás, de su esfuerzo por dar visos de normalidad a la circunstancia cruel de irse dejando atrás lo que más se quiere…
Cada uno busca su refugio ante la adversidad; los que no somos de llorar lo tenemos más difícil. Para mí han sido meses de desesperación en los que apenas te sostenían los más cercanos, tu esposa, tu padre y hermanos y en general la familia, los buenos amigos… En este tiempo, el que se nos iba ha hecho las veces de hurmiento en la panadería familiar. También ayuda el orgullo de ser hermano de tu hermano. Last but no least, la sonrisa de esa pequeña que, desde el momento en que nació, hace algo más de un año, me robó el corazón con su fragilidad y ahora me alegra los días con su sonrisa. Mientras Pablo se iba, la peque empezaba su vida y me daba una razón más para agradecer los ratos buenos y sobrellevar los malos. La peque es, cómo no, una sobrina, así que igual no es cierto eso de que al que Dios no le da hijos, el diablo le da sobrinos.

No hay comentarios: