jueves, 15 de septiembre de 2011

Ensanchando pacederos (i): la aldea entrañable

A la vista está que ciertas actividades de las que me ocupan durante mis estancias en el pueblo tienen, para bien o para mal, la propiedad de provocar en un servidor ese estado reflexivo del que suelen ser producto las entradas de este blog.
En este caso, me arreó mi suegro un sábado de estos al monte para, con el resto de la vecindad, proteger una de las plantaciones de árboles propiedad de la Cooperativa La Majugana [1]de los embates de cabras, yeguas y aún animales salvajes (corzos, por ejemplo) mediante la instalación de un cierre a base de ¡cómo no! materiales prohibidos (barras de tetracero y alambre de pinchos).
Cuando llegué a lo que queda de la parte del Camino de las Ventanas más cercana a Cospedal pude contemplar una pequeña legión de vehículos todo terreno y tractores que desde el Camino de la Musillona enfilaban hacia Cuesta Sol para para llegar al Codojal. Otros accedieron a pie, siguiendo el prmero de los caminos citado desde el barrio de La Penilla. En el Codojal la gente (jóvenes y viejos, mujeres y hombres) descargó materiales y aperos y emprendió la subida hacia las cuestas del Rebordillo [2], a la sazón paraje repoblado a proteger de los impertinentes herbívoros.
¡Horca! Que me aspen si no estamos ante una versión moderna de la inolvidable ascensión a Flynnon Garw de la película El inglés que subió una colina pero bajo una montaña (1995) [3]. Últimamente siempre me viene a la cabeza la película de marras cuando pienso en las más variadas cosas del pueblo. Por cierto que estas peculiares asociaciones de ideas no sólo me ocurren con productos del celuloide, sino también con la música: así, cuando salgo de la ciudad en dirección a la aldea se me viene a la cabeza el tema de Mark Knopfler Freeway Flyer [4]. En el monte, el tantas veces repetido paseo que empieza por las descansadas Corras del Cinto para afrontar, tras pasar la Revuelta del Cancillo, la cuesta de Cansapastores y acceder finalmente a la Veiga Murias, con su vista del Machadín, tiene para mí su banda sonora ideal en los acordes de Mount Teidi, de Mike Oldfield [5]. Aunque quizás no hay nada que supere el ambiente libre de contaminación acústica propio de la naturaleza, soy de la opinión de que los paisajes excelsos casan muy bien, sobre todo cuando se disfrutan en soledad, con la música instrumental de calidad. Rarezas de cada uno…
Volviendo al tema del largometraje citado, cualquiera que conozca mínimamente a los bardines sabrá perfectamente de su convencimiento íntimo de la centralidad de su pueblo en la comarca, la región…y el mundo. El pueblo más bonito, los mejores prados y pastos, la caza más abundante, la Virgen más románica, la gente más animada y animosa, etcétera. Vamos, que si uno te dice que Moronegro es más alto que Peña Ubiña (Orniz no cuenta, que no se ve desde el pueblo) es mejor que te la envaines. Si insistes en aclararle que la diferencia es de más de 250 metros a favor de Peña Ubiña, seguramente, con un ¡tu estás loco, mi neno! dará por zanjada tan poco productiva conversación. Ya es cosa contada que a los bardines no les sisaron la capital del ayuntamiento, sino que renunciaron a ella motu proprio, hartos de dar posada a los familiares y allegados que acudían a la localidad a realizar gestiones en la institución municipal.
¿Quien no ha oído hablar en la localidad de alguna réplica de Morgan el Chivo que causaba estragos entre las mozas del lugar, saturándolo de pelirrojos? ¿No es cosa sabida que los hijos de moza soltera salen –maldades de la genética- siempre clavados al padre? El Reverendo Jones, los hermanos Bobo, Davies Escuela, Joohnny el Conmocionado,… No me atrevo a asociar aquí caracteres galeses y bardines, que igual me corren a gorrazos, pero afinidades, haberlas hailas.
Last but not least, en el argumento de la película subyace la idea de la existencia de un sentido de la comunidad que se hace patente ante la adversidad (“A proud Welsh community finds their civic pride and sense of community threatened by a team of surveyors…” )[6]). Es así que, más allá de lo anecdótico (el ambiente local, los personajes, los motes y demás), estamos ante esa imagen amable en todos los sentidos que, armada a base de una serie de tópicos (solidaridad, igualdad, etcétera) ha presidido gran parte de la literatura ocupada en estudiar o recrear la ruralidad preindustrial. Experto, ya lo saben, en meterme en charcos, me ha dado ahora por cavilar acerca del poso de realidad que subyace a la idea de ruralidad, supuestamente hoy perdida, que parece transmitir la película. Ya saben ¡miedo me doy!

[1] La Cooperativa La Majugana nació como parte del proceso de concentración parcelaria iniciado en 1999 (DECRETO 65/1999, de 8 de abril [«B.O.C. y L.» n.º 68 de 13 de abril de 1999], por el que se declara de utilidad pública y la urgente ejecución de la Concentración Parcelaria de la Zona de La Majúa, León) en el pueblo (e inacabado a día de hoy). Determinado tipo de parcelas, de linderos difícilmente reconocibles y con escaso o nulo aprovechamiento agroganadero son excluidas del proceso de reparcelación y se agrupan bajo la titularidad de una cooperativa, procediendo la administración a ejecutar una repoblación forestal; en la cooperativa, los socios participan en función de la superficie de tierra aportada.
[2] El Rebordillo es una ladera coronada de peñas y orientada al mediodía que en su día se sembraba de cereal; con el tiempo, los predios se convirtieron en pacederos para acabar siendo abandonados y colonizados por árgomas y matas de rebollo. La geometría e igualdad en superficie de las parcelas (que se prolonga en La Ladrera, en la margen izquierda del río) sugieren que la parcelación es producto de un antiguo reparto de bienes comunales. El Camino de Las Ventanas, hoy perdido en su tramo final, daba acceso a la vecina localidad de Cospedal a través de Las Congostas. Quedan restos de una pequeña explotación de carbón (un par de galerías de corto recorrido ya derruidas y una escombrera). Hay una fuente (la Fuente de la Cuesta del Rebordillo) que nace en la grieta de una peña y mana todo el año.
[3] Acerca de esta película (The Englishman Who Went up a Hill but Came down a Mountain), puede leerse un interesante artículo en http://www.surveyhistory.org/englishman_who_went_up_a_hill.htm
[4] El tema forma parte del disco Local Hero (1983), banda sonora de la película homónima de Bill Forsyth.
[5] Del disco Five Miles Out (1982).

http://babieca.unileon.es/babieca.html

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